Las olas se encontraban extrañamente inquietantes, cada vez que me sumerjo bajo sus centellantes formas de alguna forma encuentro el infinito placer de verme ante algo todavÃa indescriptiblemente fascinante: será tal vez ese ligero momento en el que acaricio la muerte o simplemente el instinto de supervivencia que sale a flote, como aquellos galeones cargados de tesoros y que se resignan a sucumbir ante los avatares de una tormenta tropical. A pesar de mis temores y ese mal presentimiento agarro mi tabla, poseÃdo por el encanto de las sensaciones ya vividas y me sumerjo.
Vamos con fuerza, vamos mas a fondo y me repito constantemente que vale la pena; salimos, tal vez un poco mas y finalmente ya esta: gracias, ahora a esperar una buena ola.
En pequeñas fracciones recuerdo la imagen que me pasaron, con el nombre: en busca de la endorfina, y me pareció gracioso pero al mismo tiempo impresionante; cuando un compañero asciende por una ola y en su camino a la zona de lanzamiento se le pasa un tiburón de unas tres veces su tamaño por delante. No se entiende bien si el pana se da cuenta o no de su presencia, pero para cuando vi la imagen en la compu, claramente comprendà que la escena se la podrÃa resumir como la del cazador cazado, claro que en el caso del cazador lo único que está buscando es una buena ola, y el cazado que se transforma en cazador inocentemente lo confunde con sus foquitas para el almuerzo.
Que mal me repito una se me escapa, me falto fuerza en los brazos, otra la cojo, vamos vamos, seguimos, bien; pero que mal, se desmaya y termina en promesa sin cumplir. Vuelvo nuevamente. Pienso que la persistencia me va a conducir a llegar con esa alegre sensación de la piel de los pies rozando la arena, de pie y victorioso.
A ha! Se viene, la veo venir, es fuerte, este es mi chance ahora o nunca campeón; vamos con fuerza ahora, estoy estoy, arriba, que del putas, que a lo bien, nos fuimos, tunelcito de mi alma…. Mucho, demasiado, ojala esas rocas filudas me detengan, aguanta el aire mi ñaño. No siento dolor, no siento mucho mas que alegrÃa, paz y sosiego.
Me jala, me sube, sà lo que resta de la tabla, trago mucha agua, que dolor tengo en espalda, me duele mucho. ¡Afuera!, me grita el mar, te vas. No es tu momento.
Vomito la sal y miro mucha sangre roja, que desdibuja el azul profundo, no para, es caliente; veo la arena, pequeñas olas me empujan, es que el mar no me quiere o siempre me ha odiado.
- Ron, despertaste
Escucho la más tierna voz de toda mi vida, mi ángel y mi protectora: mi Ma.
- Hace tres dÃas Mabe me llamó desesperada, te llevaron inconsciente al hospital, me dijo que no parabas de sangrar profusamente, se escuchaban gritos. Sentà que la vida misma se me iba junto a ti, mi amado hijo. Me aferré tanto al celular que aun siento dolor en los dedos, ni siquiera fui consciente de que lo agarraba tan fuerte, como si te abrazara a ti y me aferrara a tu vida. Corrà como loca por la sala, no paraba de llorar. MarÃa vino en mi auxilio, angustiada preguntaba por ti, como si supiera que el único capaz de conmoverme asÃ, fueras tu. Salimos corriendo, tomamos el auto, sin rumbo. Llamé a la Mabe, una y otra vez sin respuesta, al fin contesto, a donde lo llevan pregunté. Santa Elena respondió. Tuve que hacer un máximo de esfuerzo, el mas grande de toda mi vida por serenarme y pensar en el largo viaje, dos eternas horas, tal vez menos para llegar a tu encuentro. Domingo cuanto de tráfico hasta salir de Guayaquil, no demasiado. Hora y veinte minutos, tiempo eterno, desgarrador, que ni siquiera te los puedo describir. Cuando al fin ingresé a emergencias no pude sino llorar hasta desfallecer, un intenso y punzante dolor traspasaba mi alma, todo se tornó grisáceo y precario. Un hombro frágil llegó ese momento a mi pecho lacerado, era la buena de la Mabe, que con sus ojos verdes, pupilas dilatadas y rojo intenso en las retinas me dijo: tranquila señora Piedad, Dios nos va ayudar.
Escuchaba con intensidad aquellas palabras, que lastimaban mi corazón, de pensar en cuanto habÃa hecho sufrir en estos dÃas a mi mamacita sin siquiera ser consciente del daño que puedo causar por tratar de vivir la vida como se la debe vivir.
Sin pronunciar palabra y aun con mis pensamientos confusos, continué escuchándola, como cuando después de una travesura accidentada una madre llorosa acaricia a su pequeño.
- Estabas con el cabello ensangrentado por la parte de arriba, se notaba en los lados que te habÃan rapado la cabeza, no se te veÃan los ojos, la cara morada; una gran venda daba vueltas, con tintes rojos en todo su contorno. TenÃas el traje de buceo cortado hasta la mitad, otro vendaje rodeaba tu tórax. Tu cuerpo reclinado de lado en una camilla, parecÃas sin vida. Ningún médico a tu lado o enfermera o alguien. Decidà que lo mejor era llevarte de vuelta a Guayaquil a pesar de la renuencia de los galenos del lugar que luego de tanto gritar con fastidio me dijeron que habÃas sufrido una cortadura en la cabeza y golpes en la espalda y parecÃa que tenÃas rotas algunas costillas, que ese dÃa justamente se encontraban dañados los aparatos de rayos x y no atinaron mas que a coserte y vendarte las costillas y solo habÃa que esperar a que despiertes. Llamé al seguro y al poco tiempo vino una ambulancia, bajaron los paramédicos y al constatar tu estado te subieron inmediatamente. Signos estables, tranquila esta en nuestras manos. Fueron sus palabras antes de subir junto a ti a la ambulancia. Ya en la clÃnica los doctores me dijeron que no existÃa coágulos, que muy afortunadamente, el corte en la cabeza permitió que toda la sangre salga y que de no ser los coágulos producen lesiones severas en el cerebro. Que la columna vertebral se encontraba intacta, los traumas eran exclusivamente a nivel muscular pero que tenÃas fracturadas cuatro costillas todas del mismo lado, que todo indicaba que sufriste tres golpes fuertes y finalmente que vivÃas por la misericordia de Dios ya que te encontrabas sin lesiones de consideración en el cerebro. Finalmente me dijeron que te habÃan inducido un coma para normar el trabajo cerebral y evitar inflamaciones, desde el dÃa de ayer te disminuyeron el medicamento y ahora me escuchas. Bendito sea Dios.
- Y la Mabe?
- Dos dÃas sin dormir y no pudo más, se fue con MarÃa a la casa a descansar, pero te ama y estuvo junto a ti todo el tiempo.
- Y la tabla?
- Como puedes preocuparte de esa estúpida tabla, por causa de esa práctica suicida que llamas deporte y distracción, estamos aquÃ. Que no te importa el sufrimiento de aquellos que te amamos?
Hay realmente que no se muchas de las veces que son las cosas que realmente debo preguntar, en estos instantes en los que para mi ma, lo mas importante es que este sano y salvo se me ocurre preocuparme por mi tabla, bueno es que la pasamos tan bien y tantos años juntos, tan bacana, ya tenÃa sus dos lijadas rejuvenecedoras, hay mi tabla, será que la podemos reparar?
Pero haber, es que no estoy conforme con lo que ha pasado, con el sufrimiento que causo, con lo cerca que he estado, según los informes, de la muerte.
Creo que aun sigo confundido, que el golpe me ha dejado peor de lo que estaba antes, o quien sabe, a lo mejor ya tengo algún tipo de iluminación divina, que me inspira a continuar tentando al destino, o simplemente a vivir, si a vivir, y a vivir al lÃmite.
- Lo siento, no quise de verdad alterarte, perdóname.
- Esta bien, ahora cuéntame. Que es lo que pasó?
- Fue la mejor ola de mi vida